Sí, soy incapaz de tocar un sólo acorde sin acordarme de tu sonrisa al lado, de tus dedos, de tus ojos clavados en cada movimiento.
Las guitarras tienen la manía de llorar a las 5:04 de la mañana, y les da igual que yo tenga compañía en la cama. Sí, incluso en todas las noches en las que me he dormido abrazada a Jacobo, a las 5:04 de la mañana abría los ojos y ella estaba allí, al final de la habitación mirándome, preguntándome donde estabas.
A Jacobo no le gustan las guitarras, y menos la mía que siempre llora y no suena bien. Se niega a afinarse. Sí, lo hago como tu me enseñaste, siempre girando en el sentido de las agujas del reloj, nunca al revés, y al segundo acorde ya vuelve a chirriar y a arañar.
No me quiere, ni quiere a Jacobo.
Jacobo tampoco la quiere a ella y la quiere tirar. Jacobo es más de piano, ¿sabes?. Pero no quiero que me enseñe a tocar el piano. Temo que lo pianos lloren más fuerte y con más ganas que las guitarras.
Sin embargo, siempre que me despiertan las lágrimas de la guitarra a las 5:04 de la mañana, me acuerdo de tí, y creo que si Jacobo la tira, no me quedara nada. Ni tu sonrisa, ni tus dedos, ni tus ojos. Pero no sé como explicarle ésto, ni como explicarle que las guitarras mueren de pie. Y tengo miedo Antón. ¿Cuándo vas a volver?. ¿Por qué te fuiste?.