1 de junio de 2011

OK

Aquel día olías a tabaco más que de costumbre y tu voz sonaba cansada. Como si hubieras dormido poco o a penas, o simplemente como si en las horas previas hubieras olvidado que el whiskie tragos secos arañaba las cuerdas vocales. Quisiste pagar la deuda que me debías a base de sonrisas y no te salieron más que muecas que no recordaba que hubieras almacenado en tu catálogo. Me hablaste de cosas triviales con los labios, mientras tus ojos estudiaban cada parte de mí. Sé que querías saber si había engordado o adelgazado; si tal vez había crecido algún centímetro; si llevaba el pelo más largo o más corto que la última vez, quizá más alborotado; si aún llevaba rotos los bajos de los pantalones... y si seguía mirándote de aquella forma como rogándote que los centímetros que nos separaban siempre fueran a menos y no a más. Yo ese día olía más a perfume que de costumbre y mi voz era leve carcomida por una dosis de ilusión que afectaba cada terminación nerviosa de mi cuerpo. Sí, estaba temblando, y no era de frío, aunque en aquel nudo de acción con una tormenta que tronaba más allá de aquella habitación, fuera la excusa que compré barata y solté en esa conversación trivial. Tenía demasiadas cosas que decirte que no supe por dónde empezar, y guiándome por esos horrendos tópicos, ni siquiera empecé a dibujar frases con coherencia que escaparan más allá de mis labios. A mí no me hacía falta saber si tu barba pinchaba más o menos, aunque comprobé que hacía tiempo que no te preocupabas ni siquiera tú de aquello; si te habías dejado crecer patillas cual rock star; si llevabas las zapatillas rotas o los pantalones aún caídos. El tiempo había pasado, después de todo, tú no solías oler a tabaco ni tu voz era tan áspera, ni yo usaba perfume, ni maquillaje, ni... No, no pretendo hacer un estudio de la situación, sólo sé que mezclé gelocatiles, cervezas, abrazos y recuerdos, y que no fui capaz de decirte que te echaba de menos, y realmente no sé si a ti o a un olor que no fuera de tabaco en tu cuello.