28 de septiembre de 2010

Por mi y por todos mis compañeros.



Me he dejado la vida, la voz y el cariño en cada maleta, en cada lugar y en cada persona que me ha acompañado. Nunca me gustaron los días calurosos, ni la arena de la playa. Al final, he aprendido que ambas cosas son bonitas si estás al lado de las personas adecuadas, en el momento adecuado. Tampoco me gustó contar mi vida en un blog, más allá de las metáforas que guardo en esta dirección web etiquetadas siempre con un asterisco. 



Ciento doce días después de una noche en la que nos creímos los reyes de Madrid, de sus plazas y esa discoteca que tanto frecuentamos durante un curso, cuanto menos especial, me doy cuenta de que a veces mis dedos inquietos necesitan bailar sobre el teclado mientras que Sidecars canta cualquier cosa. Es cierto que ciento doce días atrás ni era verano aún, ni ahora es otoño; pero como en todo, no siempre las cosas son negras o blancas, son grises... aunque he de decir que si este verano ha tenido color, se aleja de todos esos matices. Rojo, verde, azul, amarillo, naranja o morado... cualquiera me sirve, total, somos demasiado daltónicos para diferenciar. 

No puedo decir que todo saliera como estaba previsto... Lo mejor de todo es que hemos aprendido a improvisar, y sí, puedo decir que las cosas sin planearlas salen mucho mejor. O simplemente salen. Los planes cayeron y nos creamos nuevos. ¿Cómo creéis que acabamos en el Rock in Rio viendo a Amy McDonnald, McFly, y a una Hanna Montana demasiado crecida para su edad?. ¿Suerte? Puede ser... Aunque mientras esa cria se restregaba por el escenario, la tierra me podía haber tragado en aquel mismo momento... ¡Qué vergüenza y desfachatez!. Las noches de rock siempre son largas y si no se llenan de alcohol, se llenan de abrazos, y es algo que no me ha faltado. Ni el rock, ni sus noches, ni los abrazos.






Nunca lo había sopesado, pero sí, en el verano en que España se hizo con la copa del mundo, yo he aprendido que, a pesar de ser algo hipócrita, el fútbol es sano... No puedo decir que sea capaz de convertirlo en una afición, pero, joder, qué bonito fue ver a la gente tan unida por algo. A nosotros tan unidos en cada casa en que vimos y sufrimos un partido, pintados, disfrazados... Tengo que agradecer a esos jugadores que, por el dinero o sólo por la ilusión, nos dieron tantas sonrisas. No voy a ser crítica, no ahora, simplemente fue bonito verlo y vivirlo... Celebrarlo.




Nunca me gustó viajar en autobús, y el segundo viaje más incómodo de todos los que he hecho en mis diecinueve años de vida (el peor de todos fue y será Santiago de Compostela-Madrid-Aranjuez), me llevó a una de las mejores semanas de todo el verano. ¡Qué curioso!. Después de soportar la mala organización de la huelga de Autorés, acabamos viajando apretados y de noche con un conductor malhumorado en asientos incómodos que no me dejaron dormir más de quince minutos seguidos... Cullera fue nuestro habitat. Desde entonces, no puedo ni oír hablar del "agua de valencia", los "chupitos de cerezas" o las cremas de after-sun las cuales se asemejaban a diversas sustancias corporales de las que prefiero no comentar nada. Pero si que sonrío al recordar lo felices que estábamos el primer día en la playa. Casi como niños que pisaban por primera vez el mar. Y como niños hacíamos castillos de arena en la misma orilla desafiando a la naturaleza. Sonrío con cada foto que quedó guardada, y con los momentos que nadie guarda más que aquellos que lo viven, y sí, uno de ellos fue esa boda entre Gertrudis y Gervarsia. Y las mañanas que no fuimos capaces de despertarnos para ver amanecer... Y jugar a las cartas si no es con trampas, ya no tiene gracia. 









Todo lo malo que tuvo el viaje de ida, pasó a ser agradable en el viaje de vuelta; con la camiseta de España puesta y la radio retransmitiendo cada movimiento de unos jugadores que nos habían dado un puñado de ilusión y de unión, llegué a Madrid con ganas suficientes de aprovechar el poco tiempo que tenía con mis amigos, deshacer una maleta y llenar otra. 





Benidorm, con sus guiris, su calor empalagoso, sus calles llenas, sus tiendas de souvenirs de precario gusto... me enseñó que soy feliz con poco y que si le añades algún reencuentro y sobretodo música; mucha música, aún incluso, podría decir que es un buen lugar. Al que he aborrecido, sí, pero que, al menos, guarda demasiados momentos, sonrisas, abrazos, como para borrarlo sin más. 








"Porque somos lo que hemos sido y lo que soñamos ser"; y a veces, eso nos lleva a viajar más en autobús. Más de lo que desearía en realidad. 
Con una maleta que rebosaba nervios y sueño, llegué a Marbella. Y aprendí a insultar en ruso, regañar en inglés y entenderme con niños de cualquier nacionalidad. Fue un lujo poder trabajar allí. Por el equipo de monitores, las horas en los sofás, las mañanas en la piscina, las tardes en la playa y cualquier otro momento que nos sirviera para reír. Como niños. Bailar. Como niños. Asustar, mojarnos, inventarnos letras de canciones... Incluso, al final, con cierta pena, y con cariño, tengo que decir que yo también me hubiera quedado el mes entero. Pero el tiempo pasa rápido, y los nervios y el sueño se quedó allí, puede que en la habitación o en cualquiera de los campos de fútbol o baloncesto. Me traje muchos recuerdos, de esos que por mucho que pase el tiempo, me van a seguir haciendo sonreír. Y más, ahora, que gasto parte de mi tiempo a terminar la memoria de esos quince días.





El Santiago Bernabeu nos arrastró de nuevo como un imán a Madrid. Y, tengo que decir, que lo echaba de menos. Quizá demasiado. 
Y había olvidado que lo que más vida me había dado trescientos sesenta y cinco días atrás era el teatro. Perder el tiempo en los ensayos, cada día, sin tiempo para cenar, pero con la alegría de encontrarme a la gente que más allá de los escenarios, las luces y los trajes me daban vida. Y que son amigos. Y aunque faltaban cuatro peregrinos importantes, en siete días (o alguno más), volvimos a estar juntos. Todos. Gastando el tiempo en Palacio, en "El Rinconcito", "El Sasakus" o cualquier otro lugar en el que, a pesar siempre del frío, merecía la pena estar, siempre que estuviéramos todos o la mayoría. Sí, estuvimos dos semanas perdiendo (o gastando) el tiempo juntos. Hacíamos que nuestra risa, que ya era una, no dejara de sonar desde el momento en que nos juntábamos hasta el final. Y lo echo de menos. Es lo más importante del Motín. Para mí, sois lo más importante del Motín. 





Y si, a veces las fiestas sorpresas, sorprenden. Hacen que alguien importante pase por la puerta con la boca abierta, y descubra a gente cocinando en su cocina e invadiendo todo el espacio vital de una casa recién estrenada. Y a quien ya no se le puede sorprender con la fiesta, se le sorprende con los regalos. Y con el cariño, los abrazos y los bailes de esa noche. Legendaria. (o chispazo); (o relámpago).






Y entre ensayos generales, conciertos imprevistos de Joaquín Sabina en el patio de lo que siempre fue mi colegio, comienzan lo único bueno que para mi tiene Aranjuez. Las fiestas del Motín. Con antorchas, carreras, amores, cubatas, borracheras, besos, perreos, risas, fotografías, cuerpos incapaces de levantarse de la cama, Imanol Arias y un apagón al final de una obra con mucho trabajo detrás y que dejó libre, por el momento a Godoy, y un mal sabor de boca; más abrazos, más sonrisas, churros y patatas siempre a las cinco de la mañana, cansancio, risas en la plaza de toros,
cenas interminables por culpa de camareros torpes, un concierto demasiado raro de Maldita Nerea (reyes de todas las fiestas locales del país), el descubrimiento de Ron Lalá (que se merecen un post a parte de todo esto), fuegos artificiales que nos hicieron temer por nuestra vida y una resaca que me repetía, mientras volvía a clase, que todo se acaba. Que el verano llegaba a su fin, y a mi no me quedaba ni voz para decir que fuisteis y sois una parte indispensable de mi. Que fui feliz con vosotros.











Y si el otro día cantamos con Jaula de Grillos que "nuestro verano fue sin duda el dos mil tres, sólo pienso en volver..."; el nuestro ha sido el dos mil diez... "RISAS, CONCIERTOS, RECUERDO AQUEL DOS MIL DIEZ".






(Esto lo tenía escrito hace un par de semanas. Ahora sí, es Otto.ño)

1 comentario: