23 de mayo de 2010

Nunca tuvimos una canción favorita. Ni un libro, ni una película, ni un sabor, ni un olor. No quedan días de lluvía y hoy no había mermelada en la nevera. Quise olvidar todo y olvidé qué había olvidar. ¡Mierda! Es cierto que alguna vez perdí la cabeza. Las ganas, el miedo y el corazón. No queda nada y nos olvidamos de guardar en un bote de judías: las gotas de sudor, las de la lluvia, y las lágrimas. De guardar en cloroformo las pestañas, los suspiros y las tiritas que nos arrancaron un trozo de nosotros. De mi. De ti. Del tiempo. Y hoy hace calor. En la cama, en el parque, en la estación, en la cocina... Calor sin ti y ya no sé ponerte nombre, mote, seudónimo. Hoy no se veía la televisión y ninguna canción me consuela o me recuerda. He olvidado hasta qué grupos me hicieron sonreír, gritar, cantar y que me doliera la garganta. No sé ni qué serie podría ver para matar el tiempo. He olvidado que nosotros matabamos ilusiones, rompiamos colchones y saltábamos en los charcos. Corríamos detrás de todo y delante de la policía. No sé quien soy. Qué narices fui. Qué cojones seré. Tengo miedo del tic tac de los relojes, de la palabra "nunca", de que aparezcas y no sepamos qué hacer, decir o besar. Me desgastaste. Me doliste. Me arrancaste. Solo recuerdo que tiré el corazón a un contenedor cuando salí corriendo detrás de ti. Y no sé en qué calle fue, en qué esquina o en qué callejón. No sé ni dónde te conocí. Ya no sé ni dónde te besé para quedarme pegada a ti. Ni que canción poner para recordarte, para saber quien fuiste o quien serás, porque nunca dijimos: "Esta es nuestra canción". Ni tampoco sé si esa frase no es más que una leyenda urbana y yo soy una imbécil crédula. Que aún tiene fe en el amor. En amor que desgarra, que duele y que arranca corazones.

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