24 de octubre de 2010

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Era algo que todos conocían y que yo me empeñaba en seguir negando. Me estaba enamorando de él. O, para que engañarnos, enamorando de esa idea suya que me había formado en la cabeza. De esa obsesión de pensar que era la persona que hacia tiempo estaba buscando. Esa idea me hacia creer que era el hombre perfecto. Llegué a creer que nadie se podía reír de la misma manera que lo hacia él; agachando la cabeza y arrugando las mejillas. Que nadie era capaz de bailar tan arrítmicamente como él, y por tanto, nadie mas me podría hacer reír de la misma manera en las noches en que salíamos a matar. Sin remedio, esa imagen en la que se había convertido su idea en mi cabeza, pasó a tomar cierto protagonismo en mis sueños. Sin remedio, comenzó a acompañarme en el colchón, haciéndome todo aquello que, como hombre perfecto, llevaba innato en la genética de aquella imagen que me había formado suya en la cabeza. Tenia claro que sabría planchar, poner la lavadora y cocinar comida con bechamel Me hubiera entregado en cuerpo y alma a aquella persona. Y como él tenia los mismos ojos negros, la misma sonrisa perfecta, la misma forma de hacerme de reír que aquella imagen que se paseaba a sus anchas por mi cabeza, comencé, no sin cierto temor, a entregarme en cuerpo y alma a alguien que no sabia planchar, se liaba con los botones de la lavadora, se alimentaba de hamburguesas de 1€ en los restaurantes de comida rápida, y cuando salia a matar, quería matar. Llamarme estúpida, ingenua... borracha que creyó la combinación de sueños que se formaban entre las pocas neuronas de su cabeza. 

2 comentarios:

  1. esto empieza a darme miedo, en serio, es como si vieses todo lo que hay en mi cabeza!! tan perfecto como siempre.

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