26 de marzo de 2010

es una historia que se escribe en los portales.

Somos cada uno de los trenes que perdimos y cada uno de los trenes que nos llevaron a todos los lugares en los que dejamos algo de nosotros. Sí, nos vamos perdiendo en cada lugar que pisamos, en cada bar en el que bailamos y en las botellas en las que ahogamos las horas muertas. Y sí, a medida que perdemos, ganamos historias que contar. Historias que hablan de todos los que alguna vez nos miraron, nos sonrieron, nos besaron, nos abrazaron. Que hablan de todos los días en los que tuve ganas de ti, de los días en que tuve ganas de un abrazo o de una botella, o de perderme hasta que ni siquiera fuera capaz de encontrarme o de que me encontraras. Somos cada uno de esos días que recordamos, y los que no. Los que marcaron a base de heridas y nos forjaron con una personalidad. Severa, dura, cariñosa… Somos diferentes y sin embargo todos tenemos algo de nosotros en aquellos billetes de metro que guardamos con la delicadeza del que guarda un amor. Tenemos algo de nosotros en las entradas de los conciertos que esperamos con la ilusión de niño infantil. En los libros que nos hicieron temblar y en esas palabras que alguna vez escribimos con el corazón en la mano. Somos aquella vieja cámara de fotos con carrete que usamos y tiramos, que nos despertó la curiosidad y las ganas inquietas, las heridas en la rodilla y las horas de patio traducidas en tardes que sabían a nocilla y caramelos. Hasta nuestros ídolos se llevaron parte de nosotros, de nuestro tiempo y nuestro cariño. Y a veces esos ídolos no están en televisión. Nos vamos perdiendo y nos vamos reinventando. Cogiendo nuevos trenes, coleccionando nuevas sonrisas y alimentando las ganas de no perderse. Ahora no… y el próximo tren esta a punto de partir. El próximo avión. Y a veces es bueno, partirse y repartirse, es bueno perderse en todas aquellas playas que nos empaparon de salitre, en todos aquellos vasos de café que mojaron nuestros labios y en aquellos pasos de peatones que a veces cruzamos corriendo. Somos ese rastro que hemos dejado en todas las calles en las que nuestros pantalones besaban el suelo, todas las sillas en las que nos hemos sentado, para hablar, para reír o descansar y todos los colchones en los que hemos dormido abrazados o no. Te llevaste parte de mi en cada beso que te di, en cada abrazo, en cada café que compartimos, en cada cerveza, en cada noche, en cada madrugada, en cada palabra, en cada sonrisa, en cada llamada, en cada grito, en cada mirada… y después de todo, creí que no era nadie. Me vaciaste. Y sí, me tuve que reinventar y aprendí que mientras yo te daba, tu me devolvías, y ahora yo soy tu, tu eres yo, y te voy perdiendo en otros brazos, en otro labios y en otros vasos. Perdemos y ganamos historias que contar…

4 de marzo de 2010

¿no ves que hay una luz en el fondo de mi corazón?.

Si estuvieras aquí al despertar, te puedo asegurar que todo podría ser más llevadero. No mejor, pero al menos tendría ese hombro contra el que derrumbarme y encajar las terminaciones de mis labios, mi nariz y mis pestañas en tu piel. Tu piel, haciendo de cojín y tus brazos de manta. "Abrígame con poros de tu piel". No paro de cantarlo y a veces siento que no te quieres dar cuenta de que cada palabra de cada canción ahora toma la forma de los túneles de metro. Del cielo de Madrid. Y de tu sonrisa.
Y no te quieres dar cuenta de que me muero por dormir dentro de tí. No te quieres dar cuenta de que me muero porque me despierte tu aliento en el oído y tus manos corriendo por mi espalda dibujando arte en minúscula.
Estoy cansada de los pasos, de dejar que todo siga su camino y de un "si tiene que suceder, sucederá". Y ya no sé si plantarme delante de ti con un cartel de luces de neón que rece un "Te quiero". En mi cama o en la tuya. Que quiero perderme en tu pelo y encontrarme en tus labios, en tus manos y con su ayuda trazar el mapa de tus venas y arterias, hasta llegar al corazón y notarlo con el oído tan pegado a tí, que el sonido me atormente. Me de miedo y te abrace hasta clavarme tus costillas en los antebrazos.
Nadie me ha enseñado lo que se siente cuando se quiere, y nunca creí que nos nacieran mariposas en la barriga en esa época, que ahora dicen que siempre se acaba. Y a veces me pregunto si no he estado equivocada y encima nunca te he querido, o no sé expresarlo... y punto. Y el que no te quieras dar cuenta sea un "no te das cuenta porque no hay nada".
No. ¿Sabes lo que pasa? Que intento escribir cualquier cosa, y siempre sales tu. Y tengo que volver a etiquetarlo con asterisco porque ya no sé como coño se llama lo nuestro si alguna vez ha habido algo más.

Y no te asustes si un día aparezco con ese cartel en luces de neón.

25 de febrero de 2010

filosofía del que no pensó.

No se trata de crecer y menos, de cambiar. Ya no... Ni tan poco se trata de amor, ni de un "no puedo vivir sin tí". No estoy colgando en tus manos, ni soy tu princesa ni me juras que nadie me hará más llorar... Estoy cansada de estereotipos y de canciones que creen que hablan de amor, y nos atormentan en las radiofórmulas. Estoy cansada de que crean que todo tiene un nombre, un matiz y un color. Blanco o negro... y vamos reinventándonos, vamos olvidando los paraguas, y disfrutando de aguaceros que caen con rabia contra los cuerpos capaces de saltar en los charcos sin miedo al agua. Marcamos la diferencia con el viento de cara que nos quiere arrancar la sonrisa de cuajo, nos quiere dejar como todos los demás... Me importa poco que alguien lo entienda o que no. Me importa poco que tu, que lees, no sepas lo que son los besos con sabor a lluvia, o no entiendas lo importante que es tener una banda sonora para cada momento o persona. Supersubmarina, gracias. Y no sé si te ha hecho más ilusión a ti o a mi, si tu sonrisa era más grande que la mía, o si mis ojos han reflejado todo lo que tenían que haber reflejado. Todos los males de la humanidad han comenzado con la necesidad del saber. ¿Cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? ¿por qué?, ¿cuánto?... Que más da. Estás ahora aquí y mañana allí, porque es esta vida y funciona así... Y me pasaría la vida secándote las mejillas a base de besos y refugiándote en mi paraguas. No quiero que deje de llover ni quiero que dejes de querer estar ahí, con diecinueve, con veinte o con veintitrés.

2 de febrero de 2010

necesito un amor que no cueste trabajo, para seguir de pie.

Que si te vas, que si me voy… que si vengo. Se va, nos vamos… Podemos cambiar el sujeto pero no el verbo. El verbo que marca la vida, la temporalidad de lo material y lo inmaterial. Lo real y lo imaginario. Que los suspiros se van, que las personas nos vamos, que las lágrimas caen y las sonrisas son espacio-temporales. Que las estrellas fugaces desaparecen, que los números de los calendarios vuelan, y tus manos en mi piel ganaron todas las carreras a contrarreloj. Que las palabras son aire, que la tinta la borra el tiempo y los códigos la sobrecarga de información. Que el frío nos hace temblar sólo por momentos, y el calor se pega a la piel para separarse a la luz de la luna. Que la luna desaparece una vez al mes y tu lo haces cada luna llena en el cuarto de cualquiera. En las sábanas de las que después, te olvidarás. Que olvidamos y recordamos a merced de una memoria que siempre nos juega malas pasadas… Que somos efímeros como suspiros, personas, como lágrimas y sonrisas. Efímeros como las estrellas fugaces, como los números de los calendarios, como tus manos en mi piel… Efímeros como las palabras, la tinta o los códigos que dibujo ahora en la pantalla. Como el frío y el calor. Como la luna y las sábanas en las que nos enredamos. Porque nos componemos de las lágrimas derramadas; de los suspiros que se nos escaparon; de las sonrisas que regalamos y de las que coleccionamos; de los sueños que pedimos a las estrellas fugaces que seguimos con la mirada clavada en lo lejano; los números señalados en los calendarios que empiezan y acaban; las palabras que dijimos, escribimos o almacenamos en archivos; el frío que sentimos y en el que gritamos buscando calor, llegara o no y del calor empalagoso o necesitado que nos llenó el alma, que nos alimentó… Y también de todas las lunas compartidas y las sábanas en las que creímos, erróneamente, que algo pudiera ser para siempre. En las que nos juramos estar, besarnos y querernos hasta el día en que con los ojos cerrados, pudiéramos saber que nada es para siempre, y que todo cambia aunque sea mínimamente cuando una lágrima termina de caer, una sonrisa se borra o un suspiro termina. Cuando cumplimos o olvidamos uno de esos sueños que nos alimentaron; o cuando esa palabra corrió veloz y murió, y la tinta se borró, y los códigos se perdieron entre tantos y tantos… O cuando el frío pasa a ser calor, y viceversa. Cuando la luna da paso al sol, y cuando vestidos tan sólo con una sábana en la que se dibujan los reflejos del sol que logran colarse por la persiana nos damos cuenta de que somos efímeros.