30 de agosto de 2009

-Un billete. Hasta el fin de mundo.-Pidió sin sonreír al empleado que, aburrido la sonreía al otro lado del cristal.
-¿Perdón?.-Preguntó éste a pesar de que sus oídos habían escuchado perfectamente.
-Al fin del mundo.
Al otro lado, el empleado le siguió el juego.
-¿Y tiene algún nombre ese lugar?
Ella se quedó callada tres segundos y medio.
-No lo sé. Nunca he estado allí.
-¿Y por qué hoy ha de ser el día en que lo conozcas?.-Susurró aquel chico de ojos marrones y manos fuertes por el pequeño micrófono que sobresalía del cristal que le apartaba del contacto de toda persona. Y hubiera pagado por saber a qué olía aquella chica de ojos verdes y dedos delicados. Sonrisa frágil que le había despertado en una somnolienta tarde de junio, repetida, aburrida.
-Quizá no tenga tiempo de hacerlo.
-No te puedo ofrecer ningún billete con el destino que desea. Pero si quieres, podemos hacer de una cafetería el fin del mundo.
-París. Quiero viajar en tren hasta París.
-¿París es el fin del mundo?.
-No lo sé. Nunca he estado allí.

4 comentarios:

  1. muy bonito... rebosa sentimiento.. me encanta!

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  2. París es muy bonito. y seguro que acompañada de un café junto al chico de ojos marrones, es mejor.

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  3. Creo que me he enamorado del final. Y de París.

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  4. me recuerda a "yo no quiero París con aguacero ni Venecia sin ti"

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